Uno

El no ha logrado verse así mismo: sus manos, sus pies, sus labios, su piel. Se encuentra dentro de una cantina encendiendo un puro, donde las mujeres gustan prostituirse por unos cuantos billetes, donde termina esperándola toda la noche preguntándose si lograría por vez primera lograr ilusionar su pequeño caos llamado amor o simplemente usar su lógica para entender que ella jamás aparecerá, manteniendo un orden emocional llamado seso.
Su historia, común entre muchos desconocida entre otros; muestran su lujuriosa vesania de obligar a la mujer que pertenece a su caos a algo más que una intimidad, a algo realmente embrutecedor que es el terror de la perdición que lleva al consumo excesivo de sustancias más allá que un universo infinito, que manifiesta el total oscilo de su caos y de su seso, llevándolo a cuestiones que lo transforman en un humano enigmático.

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