Autorretrato


Dime que no existo. Dime que de aquí al cielo todo vuelve a una coincidencia atmosférica entre una irrealidad. 
Tienes un rasguño en tu ojo izquierdo, el mío se encuentra en el derecho; somos todo lo contrario, todo lo adversario. Ni perdón, ni recuerdo. Ni dolor, ni premio.
Somos un reflejo de un amor desnutrido, mírate. Mírate bien.

Nuestro pulgares encajan como un anillo al dedo; juntos con nuestra esbelta mano formamos un puño y quebramos nuestra reverberación. ¿Quiénes somos para entendernos? ¿Quiénes somos para destruirnos?¿Quiénes somos para huir de lo que no se puede huir? 

Yo soy tu derecha, a veces tu izquierda y así sucede en viceversa. Nuestra voluntad no es lastimar sino emprender la búsqueda del hallazgo a una dicha persistente, cosa que podría efectuarse si no permaneciésemos observando nuestros ojos color marrón; esos que te dicen que estás mal, que no deberías, que desvanezcas.

Levanta los vidrios de tu reflejo y reconstrúyelo, mírate de nuevo. Mírate bien. Una vez reconstruida, sella las grietas con oro, porque es el sofocante recuerdo del constante cambio de una irrealidad a una realidad.        

.

¿Seremos capaces de volar al olvido?

Ven, aqui te espero...

Garganta Enferma

Me he suicidado en tu cumpleaños, cariño mío. O al menos es lo que mi mente ha pensado. 

¿Sabes? Sabes muchas cosas, efectivamente. El cuestionamiento de la búsqueda particular de una felicidad homogena y proporcional siempre resulta en un resfrío emocional o si bien se puede decir en un bisonte mal herido, sin fuerzas y sin naturaleza. La humanidad tiene miedo a un después, a una visión más allá que un corazón latiendo, tiene miedo a lo extraño y extranjero del ojo humano, no confronta riesgos más allá del trance y limita la búsqueda de esas mentes externas.
Todos son como aquellos individuos ególatras y petulantes; me recuerdan a sus deseos de verme afligida y jorobarme hacia la postración (y e aquí la ironía sobre la egolatría y la petulancia). 
Me recuerdan a cuando escribí una pequeña nota en mi post-it amarillo: “No tengan tanta presencia, ustedes no son mis razones para pensar en el suicidio”. 
Cada uno de ustedes me recuerdan un día en el cerro de la Cruz, con mucho viento, imaginando alegría; me recuerdan a las palabras, acciones, momentos, decisiones, molestias, pérdidas, felicidades que aún no me he perdonado. 
Si hablásemos en plural, todos te anotan por una individua majareta, pero si hablásemos en singular, existiría el hallazgo de la percepción.