Disposición





Toma la sal y hiérvela en agua
toma el agua con sal y cúrame.


Cura de mis infecciones
cura de mis tentaciones
cura de mis distracciones
cura de mis obsesiones
expresiones, composiciones.


Cura de mis soledades,
cura de mis valores,
cura de mis turbaciones,
cura de mis aprensiones
pavores, tranquilidades. 


Toma la sal y hiérvela en agua
toma el agua con sal y cúrame.


Cura mi lejanía, 
cura mi monotonía
cura mi desconsuelo y
llévame a sentir el viento.


Cura mi "tendría" 
cura mi "habría" 
cura mi amargura y
llévame a la alegría. 
  

Carta para ti

Querido México,

Sé muy bien lo herido que te encuentras, lo difícil que es curarte y lo liado que es enfrentarse a una pujanza que no más concede bienes a aquel hombre con intenciones arduamente acaudaladas.
Hay pavor entre los oriundos honestos y laboriosos, hay una frustración que colma la mente del Mexicano pero también hay una necesidad de izar lo que se cree inviable, lo que se cree utópico, ilusorio, absurdo, irrealizable, ingenuo.  
También hay necesidad de sentir el albedrío de cada uno de nosotros, del abuelo, de la madre y el padre, del chico, del pobre, del vagabundo, del estudiante, del indolente, hasta de aquellos donde el olvido y la incultura prolifera por mero interés; y quiero que sepas, México, que la lucha está presente, que como individua viviendo fuera de ti sigo buscando formas, que independientemente si los movimientos no arriban a acuerdos, sé muy bien que el que escudriña un cambio, permutará quién se niega a conservarte y protegerte para así manifestarte con orgullo, dignidad y honra; para así vocear que México no es tierra perdida y demostrar que cada individuo que se encuentre en desunión se puede cambiar.

No estás solo, no lo estarás y seguiremos hasta que se encuentre la victoria.


-Manis

Un Último Dueño

¿Sabías que estamos muertos? 


Nuestras tumbas segregan pequeños montoncitos de tierra creando dos cerros altos, que con presteza ocupan alta distancia de alejamiento. Creamos ilusiones magnánimas para así llenar por última vez una felicidad utópica, clonando el idealismo que se tuvo alguna vez en lo añejo de dichosa juventud.
Mientras las tumbas no cesan de segregar, imaginamos una coyuntura donde siendo dos en uno solo revivimos lo que a su acontecimiento hubiera sido maravilloso que se efectuara en una realidad sustantiva, concreta. Pero no. 
Somos espectros invisibles pero sensibles, que buscan acercamiento por medio de un afán a desear tener un día donde no existan lapsos, horas, minutos, segundos y etapas; donde llorar sea un gesto bello al localizar aquellos negros luceros que llegan a parecer innegablemente real.
Estamos muertos y no te encuentro en ningún lado. 
Estamos muertos y no hay cielo. ¿Dónde te encuentro si los cerros ya son montañas? ¿Si mi mirada se pierde al recordar? ¿Dónde te encuentro si me extingo? ¿Si mi óbito toca a mi puerta? 


Yo no sabía. No sabía nada.