Grab a gun and shot me in the face

Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Grab a gun and shot me in the face.
Desde que le mencioné que las playas son mis santuarios de reflexión, esos lugares se han convertido en purgatorios eternos. No quiero ser posesión. Sé muy poco de lo que recuerdo, como la noche que juzga mis egoísmos. Es como correr pensando que eres feliz, y tu cuerpo mata por explotar  tristezas. 

¿Pero qué habríamos de saber sobre la amistad entre un oso café y un pez?
Solamente sé defraudar mis venturas. Solamente entiendo el deseo de desaparecer tras una lluvia eterna, bajo la luz de un sol ocultándose en el lago más grande del mundo. He cerrado las puertas por mi cuenta. 

¿Cuándo dejará la tristeza de trabajar?



Todos terminamos con sortijas en las manos... de los menos esperados y es que pues aún existe la visión en recuerdos no olvidados; somos veneno terminal que incomunica lo posible de lo inexistente, como también somos las cartas de Kafka a Milena y de Milena a Kafka. Somos los ciegos confiando del tacto, las muertes de ambas guerras mundiales. Somos la leyenda del hilo rojo que adopta la metáfora de adoptar pasión por la nostalgia y la melancolía. Somos una lista del mandado, que siempre olvida el ingrediente indispensable; somos la pérdida del tiempo, que se va esfumando al espacio. Somos el finito de una obra clásica obrada con pequeños y diminutos errores. 
Somos un campo de concentración, una injusticia, un desfortuno, una pena, un funeral, un luto, un pobre sin zapatos, un problema.
Somos vida muerta.
   


He estado leyendo Cartas a Milena, y creo que me deprimí. 

No Quiero Países Ni Continentes

Nuestro purgatorio nos lleva al hilo color carmesí. 
Conozco lo imposible cuando lo veo, como esas lágrimas tardías o esa tarde similar a una tarde en el ocaso Europeo que no compartimos, que no compartiremos; porque lo que no existe, no debe existir.
Fenecemos cuando es demasiado tarde, pero resurgimos cuando encontramos. Volamos a direcciones totalmente opuestas, el humano sobreviviente es porque jamás se debilitó en su lucha. Y usted, usted se rindió en el periquete que más era necesario justipreciar, pero no se preocupe su fámula de tristezas también.
La condena pues, muestra que es factible llegar a apegarse a la esencia de la ausencia y encariñarse a la ternura de enamorarse como nunca antes. 


Un día invisible, chocaremos y existirá la redención del pasado.