Mi cadáver exquisito, se ha quedado en un ataúd


Durar más de cinco minutos intercambiando pensamientos en ese reflejo de aquel espejo, no es la mejor manera de dejar un pasado atrás. ¿Cómo seguir adelante contigo? ¿Cómo seguir adelante si siempre se ha quedado aquel freno estancado? Nunca avanzamos, nunca tuvimos un momento adecuado.

Adecuado, como aquel momento de lluvia y de calor. Calor, como el que quema tu piel; piel que se deja acariciar por nadie.

Nadie da pasos que son delante y no atrás, atrás donde la vida se había vuelto fácil, fácil porque ahora no has entendido que debemos ver por nuestro cuerpo sólo. Sólo porque así, todos los días lo hemos decidido; de tal forma que el paradigma que nos hemos plantado se presente solo en aquellos sueños muertos. Muertos porque el volver, no nos hace volver a nacer; nacer para vivir, vivir para contar, contar para dejar… dejar para enterrar.

Enterrar aquel espíritu que nos hizo lo que en este momento somos, somos pues, el sabor de un vino viejo, si bien no recuerdo… es quizás un vino viejo del año mil novecientos treinta, treinta porque pasamos más de treinta días, días como el cincuenta o el doscientos tres, tres como las tres veces que intentaste, intentaste y jamás me dejé.

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