Desde que le mencioné que las playas son mis santuarios de reflexión, esos lugares se han convertido en purgatorios eternos. No quiero ser posesión. Sé muy poco de lo que recuerdo, como la noche que juzga mis egoísmos. Es como correr pensando que eres feliz, y tu cuerpo mata por explotar  tristezas. 

¿Pero qué habríamos de saber sobre la amistad entre un oso café y un pez?
Solamente sé defraudar mis venturas. Solamente entiendo el deseo de desaparecer tras una lluvia eterna, bajo la luz de un sol ocultándose en el lago más grande del mundo. He cerrado las puertas por mi cuenta. 

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