Todos terminamos con sortijas en las manos... de los menos esperados y es que pues aún existe la visión en recuerdos no olvidados; somos veneno terminal que incomunica lo posible de lo inexistente, como también somos las cartas de Kafka a Milena y de Milena a Kafka. Somos los ciegos confiando del tacto, las muertes de ambas guerras mundiales. Somos la leyenda del hilo rojo que adopta la metáfora de adoptar pasión por la nostalgia y la melancolía. Somos una lista del mandado, que siempre olvida el ingrediente indispensable; somos la pérdida del tiempo, que se va esfumando al espacio. Somos el finito de una obra clásica obrada con pequeños y diminutos errores.
Somos un campo de concentración, una injusticia, un desfortuno, una pena, un funeral, un luto, un pobre sin zapatos, un problema.
Somos vida muerta.
He estado leyendo Cartas a Milena, y creo que me deprimí.
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