Recuerdo los días azul claro, cada paso en pantuflas que ella daba para llegar a su pequeño monedero de viejita. Me compró nieve del camión de paletas, más de mil veces, seguramente.
Y aún así creo en que mis recuerdos son ficticios. Que mi cuerpo y vida es ficción. ¿Acaso he sustentado siete mil trescientos días de puras venturas espectrales?
Mi juicio se atemoriza por las noches, a veces creo que mis palabras son un tipo de tisú que acaricia el motivo de abandono y que cada lágrima caída al suelo es un espectáculo del calvario humano. El convite de la existencia es brindar el veredicto del ocaso que dictamina cuán contradictorio es respirar cuando todo sobrelleva a la infamia de pretender olvidar a tu mejor amiga, o al afecto de aquel lastimado, o al mismo presente.
No me encuentro en otro País, no me encuentro en México, no me encuentro en China, Finlandia, Bélgica, Francia o Nueva Zelanda.
No me encuentro en ningún lado.
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